LA ECOAGRICULTURA Y LA AGROECOLOGÍA COMO ESTRATEGIA TECNOLÓGICA QUE POTENCIA LOS SERVICIOS ECOSISTÉMICOS. UNA REVISIÓN
ECOAGRICULTURE AND AGROECOLOGY AS TECHNOLOGY STRATEGY WICH INCREASES THE ECOSYSTEM SERVICES. A REVIEW
Jorge A. Fonseca[1]Alfredo de J. Jarma[2]*José A. Cleves[3]
Recibido para publicación: Enero 25 de 2014 - Aceptado para publicación: Marzo 26 de 2014 Las actividades antrópicas como la agricultura y la ganadería causan deterioro en los ecosistemas y la pérdida de
biodiversidad. Ante esta realidad se han incrementado las acciones para implementar políticas que promuevan la preservación y la
sostenibilidad de los ecosistemas naturales que aún se conservan y de los agroecosistemas productivos, los cuales prestan
invaluables beneficios al ser humano a nivel económico, social y cultural, a dichos beneficios se les denomina servicios
ecosistémicos. Entre las estrategias para materializar estas políticas en las actividades de producción agropecuaria se proponen
la utilización de los enfoques de la Ecoagricultura y la Agroecología que por sus fundamentos establecen las bases para
estructurar sistemas de producción agropecuaria donde se materializa la política de sostenibilidad y preservación de la
biodiversidad. El presente análisis pretende dar a conocer aspectos relevantes en la definición de servicios ecosistémicos, su
valoración y las particularidades de los enfoques que a nivel agrícola se han venido utilizando con miras a la conservación y
potenciamiento de estos servicios en el actual contexto agropecuario. PALABRAS CLAVES: biodiversidad, sostenibilidad, riesgo, políticas. Human activities such as agriculture and livestock cause deterioration of ecosystems and biodiversity loss. Given this reality
have increased actions to implement policies that promote the preservation and sustainability of natural ecosystems that are still
preserved and productive agroecosystems, which provide invaluable benefits to human economic, social and cultural level, such
benefits are called ecosystem services. Possible strategies to realize these policies on agricultural production activities using
approaches Ecoagriculture Agroecology and fundamentals that provide the basis for structuring farming systems where the policy of
sustainability and preservation materializes proposed biodiversity. This analysis seeks to highlight important aspects in the
definition of ecosystem services, their valuation and characteristics of farm-level approaches that have been used with a view to
the conservation and enhancement of such services in the current agricultural context. KEY WORDS: biodiversity, sustainability, risk, political. [1]Ingeniero Agrónomo
M.Sc. Profesor Asistente, Universidad Nacional Abierta y a Distancia. UNAD, Escuela de Ciencias Agrícolas. Tunja, Colombia.
[2]Ingeniero Agrónomo
PhD. Profesor Titular, Investigador Universidad de Córdoba. Facultad de Ciencias Agropecuarias, Montería, Colombia.
[3]Ingeniero Agrónomo
M.Sc. Profesor Asociado, Investigador Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Facultad Seccional Duitama. Escuela de
Administración de Empresas Agropecuarias. Duitama, Colombia, E-mail: clevesalejandro@yahoo.com
La biodiversidad agrícola se refiere a la variedad y variabilidad de plantas, animales y microorganismos que son importantes
para la agricultura y que desarrollan complejas interacciones en el medio natural. A partir de estas interacciones se conforman
los sistemas agrícolas o agroecosistemas que se utilizan en la producción de componentes, interacciones y funciones similares a
los ecosistemas (FAO, 1998). Sin embargo la biodiversidad hoy más que nunca se encuentra en peligro, los lugares con mayor
concentración de especies son también donde se encuentra una alta población rural que para superar sus problemas alimentarios y de
pobreza explotan los recursos naturales, implementan prácticas agrícolas que impactan negativamente y destruyen los ecosistemas,
convirtiéndose así en la principal causa del deterioro ambiental. La agricultura especialmente la de pequeña producción y/o de subsistencia, se concibe como un tipo de apropiación del medio
natural por parte de la sociedad (Toledo 2008) y es básica para mantener el contacto y la permanecía del hombre en la tierra.
Alrededor de esta práctica milenaria se estructuran las relaciones socio culturales de los habitantes del territorio, dando origen
a la organización social, las creencias, valores y en general a la cosmovisión campesina y su forma de relacionarse con el medio.
Igual ocurre en la unidad productiva agropecuaria donde se configura y materializa una interrelación entre la cosmovisión de los
productores rurales con la naturaleza, a partir de sus modos de vida (Mora 2007). La sustentabilidad está asociada al principio de aprovechamiento del capital natural por parte de las comunidades, sin rebasar
la capacidad del sistema para equilibrarse y garantizar la reproducción de las propiedades de los bienes naturales en períodos de
tiempo posterior (Constantino 2007). A pesar que hace varias décadas atrás han existido algunas iniciativas para promover lo que
en la Comisión del Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU (1987) se propuso como desarrollo sustentable. A nivel global una gran cantidad de procesos productivos agropecuarios e industriales ejecutan prácticas destructivas que han
hecho mella en ecosistemas frágiles. Se cree que de seguir así, podría provocarse un colapso ambiental con efectos que aún no han
sido suficientemente valorados en términos ambientales, sociales y económicos (Nadal 2007). Por otro lado históricamente los sistemas de producción agropecuaria, los ecosistemas naturales y las especies que lo
conforman, han ofrecido otro tipo de servicios aparentemente menos visibles pero no menos importantes, relacionados con la
protección ambiental, la conservación de la biodiversidad, el secuestro de carbono, la regulación del clima, la cohesión social y
económica de los espacios rurales, la preservación de paisajes y la satisfacción de necesidades culturales y espirituales entre
otros (González 2006). Los cuales influyen directamente en la calidad, cantidad y oportunidad de los recursos como agua y aire,
que han sido denominados como servicios ecosistémicos, los cuales aún no han sido cuantificados en su totalidad.La presente
revisión pretende dar a conocer algunos aspectos claves en la definición de servicios ecosistémicos, su valoración y las
particularidades de los enfoques que a nivel agrícola se han venido utilizando con miras a su conservación y potenciamiento. La evaluación de los ecosistemas del milenio (2005) define los servicios ecosistémicos como aquellos beneficios que se obtienen
de los ecosistemas incluyendo su biodiversidad, los cuales generan bienestar humano desde una perspectiva biológica de
subsistencia, así como económica, social y cultural. Los servicios ecosistémicos pueden ser directos e indirectos (Millenium
Ecosystem Assessment 2005). Dependiendo del uso al cual está sometido el territorio, los ecosistemas generan diversos servicios que se pueden considerar
como bienes públicos (Nepal 2009; Dax 2002), es decir que pertenecen y benefician a toda la sociedad, pero esta misma connotación
implica que es posible que su uso excesivo o inadecuado o con poco criterio conservacionista genere su degradación rápidamente (
Daily et al. 2009), o que la capacidad del ecosistema para su producción disminuya en forma drástica cuando se extraen materias
primas a una velocidad mayor que su capacidad de autorecuperación o resiliencia (Bennett et al. 2009). Para Balvanera y Cottler (2009), existen varias formas de clasificar los servicios ecosistémicos, la más común los divide en
bienes y en servicios. Los primeros son de consumo tangible y los segundos, los de beneficios que se consideran menos tangibles.
Sin embargo la anterior clasificación no permite identificar claramente un vínculo entre la forma en que se producen y como
benefician a la sociedad. A continuación a partir de la clasificación propuesta por Millennium Ecosystem Assessment (2005), se
presentan las categorías en que han sido estructurados: También llamados de bienes naturales, permiten el sustento básico de la vida humana, como bienes alimentarios, de salud o como
fuente de ingreso; entre ellos se destacan: 1. Alimentos derivados de la agricultura La función principal de la agricultura es la producción de alimentos a
partir del aprovechamiento de la naturaleza, de su diversidad y con el subsidio de insumos externos para aumentar la producción (
Anderson et al. 2009). Esto está íntimamente ligado a la superficie explotada, los rendimientos y la tecnología de producción, lo
cual hace que los aportes en cantidad y calidad de los alimentos sean variables para cada región, así como su aporte a la
sostenibilidad ambiental. Hoy la alimentación mundial está basada en 20 cultivos principales, lo que demuestra la peligrosa
homogeneidad de la producción (Guillen 2009) y su concentración en áreas megadiversas, e implica que la provisión alimentaria
demanda altos costos ambientales. 2. Alimentos derivados de la ganadería y la pesca A partir de la producción primaria agrícola se desarrolla
esta actividad que provee un alto porcentaje de la proteína para consumo humano, pero está asociada a una fuerte transformación de
los ecosistemas por la disminución de la biodiversidad, la emisión de gases de efecto invernadero y la degradación de los suelos,
entre otros aspectos (FAO 2009; Masera et al. 1999). Con respecto a la pesca; los mares y en general los cuerpos de agua,
mantienen una alta diversidad, regulan el clima a nivel global, regional y local; además contribuyen a mantener el ciclo de los
nutrientes especialmente del fósforo (OCDE 2004). Sin embargo, la capacidad de estos sistemas acuáticos para proveer alimentos ha
disminuido de forma dramática por la sobreexplotación y el deterioro de los ecosistemas (Solano y Hernández 1998; UAESPNN 2004).
3. Productos madereros A partir de los bosques tanto nativos como cultivados se provee un importante servicio
ecosistémico, especialmente para las comunidades rurales como material de construcción, materia prima que es comercializada, o
como fuente de energía que contribuye a satisfacer la demanda energética de los sectores rurales, entre otras; además contribuye a
la formación de materia orgánica de los suelos y disminuye los procesos erosivos (Shvidenko et al. 2005; Espinal et al. 2005). 4. Productos de la diversidad Se percibe como la potencialidad que manifiestan los ecosistemas para la
provisión de beneficios actuales y futuros con el uso de especies que provean sustento, regulación, o como base de desarrollo que
generarían ganancias económicas, o que son importantes para las manifestaciones culturales y religiosas propias de cada región (
Díaz et al. 2005; Balvanera et al. 2009). 5. Provisión de agua El agua es tal vez uno de los más importantes servicios ecosistémicos, ya que además de
su importancia para el consumo humano es vital para el desarrollo de actividades productivas. Éste se considera un servicio de
provisión, mientras que su calidad y oportunidad se consideran servicios de regulación, que están asociados al ciclo hidrológico,
así como a las condiciones climáticas y ambientales (Balvanera et al. 2009).Estos aspectos de calidad y oportunidad del servicio
están limitados por el accionar de las actividades antrópicas (Quetier et al. 2007) y la capacidad de los ecosistemas para depurar
la carga de contaminantes producidos por dichas acciones humanas (Millennium Ecosystem Assessment 2005). Es importante mencionar
que la demanda de agua tanto para consumo humano como para actividades productivas viene en aumento, mientras que la
disponibilidad, calidad y oportunidad del recurso ha venido en retroceso (Díaz 2005). Este segundo grupo de servicios ecosistémicos están asociados a la diversidad y a la estabilidad que ésta tenga al interior de los ecosistemas y agroecosistemas./
1. Regulación de micro y macro organismos asociados a cultivosEn la producción agropecuaria es frecuente que
se presenten ataques tanto de plagas como de enfermedades, lo cual se debe principalmente a un desbalance o reducción de la
biodiversidad. Al interior de los cultivos se presentan interacciones bióticas complejas que permiten que las diversas poblaciones
tanto de micro como de macroorganismos se mantengan en niveles estables, por el desarrollo de actividades de parasitismo,
mutualismo, comensalismo, depredación, etc. Cuando este equilibrio dinámico se quiebra por la selección de una o varias especies
vía aplicación de productos tóxicos, se permite el surgimiento de una especie que aumenta considerablemente su población, o la
desaparición de una o varias especies que eran fuente de alimento, lo que configura el ataque de plagas y enfermedades a los
cultivos. 2. Regulación de fertilidad de suelos Mantener la fertilidad de los suelos está relacionada con la actividad
de los microorganismos y por tanto con el mantenimiento de la biodiversidad. La microbiota del suelo utiliza la materia orgánica
como sustrato y fuente de energía, interviniendo en la producción de enzimas, ciclo de C y de N, transformaciones biológicas de
nutrientes y procesos de humificación y mineralización. Además, la conservación de los suelos permite el sustento de las plantas,
la regulación del ciclo hídrico, la descomposición de la materia orgánica y la regulación de ciclos de nutrientes, etc. (González
2006). En el caso de estos servicios, tal como en los anteriores, el desarrollo de un manejo que permita su mantenimiento, está
basado en indicadores que permitan evaluar su capacidad de proveerlos, o la identificación de su degradación que impida su
provisión, tales como efectos del cambio de uso del suelo, efecto de actividades agrícolas sobre grupos funcionales del suelo, o
degradación química o física asociada con la deficiencia en la provisión de servicios ecosistémicos (Balvanera et al. 2009). 3. Regulación del microclima y de la calidad del aire Los ecosistemas mantienen flujos de materia y energía
internos y con otros ecosistemas. Estos flujos afectan directamente la temperatura y las precipitaciones, ya que en la medida que
existe mayor evapotranspiración, aumenta la precipitación a nivel local; en la misma forma, los ecosistemas y agroecosistemas son
sumideros de CO2 que en altas concentraciones atmosféricas afectan la temperatura (IPCC 2002; House 2005). 4. Regulación y mitigación de riesgos El riesgo asociado a factores naturales es cada vez más latente y en los
últimos años de mayor frecuencia. Eventos como terremotos, inundaciones, sequías, erupciones volcánicas, derrumbes o remociones en
masa, afectan de forma considerable a los conglomerados humanos asentados en dichos territorios (Díaz 2006; Balvanera et al.
2009). La vulnerabilidad a tales eventos disminuye en la medida que los ecosistemas tengan diversa capacidad de respuesta
dependiendo de sus características físicas y bióticas, que les permitan modelar o reducir el impacto sobre los mismos ecosistemas
y sobre la población; de este modo, elementos como la adecuada estructura de los suelos y adecuada cobertura vegetal en las zonas
de ladera, permite regular inundaciones y derrumbes. La íntima relación entre el hombre y la naturaleza a lo largo de la evolución, ha estructurado una serie de interdependencias
entre los mismos. Para el caso de los ecosistemas, estos servicios pueden ser del orden tangible como los ya mencionados y otros
intangibles dentro de los que se incluyen la seguridad, la belleza escénica, la espiritualidad, la educación y la recreación
cultural, entre otros (González 2006). A partir de estos servicios las comunidades rurales han establecido su forma de ocupación
del territorio, su acervo cultural (tradiciones y costumbres) y su cosmovisión.
Cada grupo cultural aprovecha de manera directa e indirecta la gama de funciones ecológicas presentes en su entorno natural. Los
elementos naturales que conforman a un ecosistema (recursos bióticos y abióticos), así como las interacciones que ocurren entre
estos procesos ecológicos, constituyen un factor determinante en la formación y establecimiento de cualquier sociedad humana (
Scott et al. 1998). Los ecosistemas, además de lo anterior, proporcionan elementos que son ponderados en términos económicos y que generan ingresos
a las comunidades, especialmente a las más pobres que los sobreexplotan (Daily 1997; Anguita 2004) A partir de los múltiples beneficios que ofrecen los ecosistemas y los agroecosistemas y la imperiosa necesidad de mantenerlos
o potenciarlos (Carrasco 2011), ha aparecido el concepto de pago por servicios ecosistémicos (también llamados en la literatura
pago por servicios ambientales) como un instrumento económico que busca incentivar a los habitantes y productores rurales, entre
otros, para que sigan ofreciendo a la sociedad el servicio vía protección del ecosistema (Wunder 2007), mediante el mantenimiento
o adopción de prácticas que garanticen dicha provisión (Constanza et al. 1997; Quétier 2007). Con base en lo anterior, los servicios ecosistémicos se han organizado en diferentes categorías a saber: provisión de agua en
calidad, cantidad y oportunidad; así como regulación del ciclo hidrológico para atenuar sequías e inundaciones, erosión y
salinidad del suelo, mediante el mantenimiento de cuencas hidrográficas; secuestro de carbono y su almacenamiento a largo plazo (
vía fotosíntesis) en biomasa leñosa y materia orgánica en los suelos; así como conservación de la biodiversidad a nivel genético,
de especies y paisaje (CIFOR 2006). El pago por los servicios ecosistémicos se da a través de la realización de un acuerdo voluntario y concertado entre los
proveedores de los servicios quienes deben tener el uso del suelo, y un organismo o entidad que desea adquirir para uso general el
servicio (Baker et al. 2010). Este pago normalmente se hace para estimular actividades sostenibles ambientalmente y se hace de
acuerdo al tipo de servicio, si este es cuantificable como toneladas de carbono secuestrado, o áreas para provisión de agua, el
servicio debe ser efectivo al menos durante la vigencia del contrato; el proceso de verificación lo hacen los compradores o
entidades independientes a manera de certificación (Pagiola et al. 2007). De forma paralela e incluso antess del auge de la valoración de los servicios ambientales o ecosistémicos y de su
reconocimiento en términos sociales y económicos, aparece la ecoagricultura. Ésta se define como la agricultura sostenible y
asociada a la gestión de los recursos naturales que se relacionan al mismo tiempo para mejorar la productividad, los medios de
vida rurales, los servicios de los ecosistemas y la biodiversidad (Hjarsen 1997). También se refiere al uso de ecosistemas
administrados tanto para la producción agrícola como para la conservación de la biodiversidad silvestre. El reto es aumentar la
cantidad de alimentos que pueden ser producidos sobre una base continuada sin los efectos negativos sobre la biodiversidad,
encontrar mejores tecnologías de cultivo y prácticas de manejo de recursos naturales, mejores instituciones y mejores políticas,
para que de esta forma, los arreglos de los agricultores sean menos rígidos (McNeely y Jeffrey 1997). Según Scherr et al. (2007), la humanidad se enfrenta a un serio reto, la biodiversidad y muchas especies de flora y fauna se
encuentran amenazadas porque las áreas con mayor cantidad de especies en peligro, también son el hogar de grandes cantidades de
pobladores rurales con escasos ingresos y dedicados a actividades productivas agropecuarias y/o extractivas, como su principal o
única fuente de ingreso. Así, la agricultura con sus actuales prácticas, es la principal causa de destrucción de los ecosistemas (
McMichael et al. 1999). Con el objetivo de proteger la biodiversidad de la amenaza que representa el desarrollo humano y la agricultura, en muchas
partes del mundo se han creado áreas protegidas, no obstante éstas han resultado insuficientes para proteger los hábitats
naturales y la provisión de servicios ecosistémicos (World Conservation Monitoring Centre 2000).Por un lado, los ambientalistas
buscan proteger la vida silvestre expandiendo las áreas protegidas y reduciendo la intensidad del uso de insumos en agricultura,
mientras que por otro, los agricultores se esfuerzan por aumentar la producción agrícola para enfrentar la creciente demanda
mundial y la pobreza, a través de un modelo centrado en los rendimientos con altos subsidios energéticos externos. Esta
agricultura convencional apunta a aumentar los rendimientos con miras a la exportación, especialmente en países en vía de
desarrollo donde se concentra la mayor biodiversidad, y sin tener en cuenta los impactos en los ecosistemas. De seguir así, la
producción agropecuaria no será sostenible, además de acuerdo a McMichael et al. (1999), a menos que los pequeños agricultores
aumenten los rendimientos, persistirán sus condiciones de pobreza. Lo anteriormente expuesto intenta explicar las íntimas conexiones entre agricultura y biodiversidad, relaciones que han sido
aprovechadas por productores de todo el mundo con el propósito de aumentar la producción de alimentos y salvar especies silvestres
(Rerkasem et al. 2002; Pagiola et al. 2007). Estas tendencias sostenibles de administración de cultivos y terrenos, son elementos
que para algunos autores y científicos configuran una nueva forma de hacer agricultura y que han denominado “ecoagricultura”, con
la cual se pretende revertir los devastadores efectos de la agricultura, y permitir que la producción agropecuaria contribuya con
la conservación de la diversidad aumentando los rendimientos e ingresos, tal como lo demuestra el estudio de Córdoba y León (2013)
Scherr et al. (2007) proponen seis estrategias de ecoagricultura que pueden ayudar a los agricultores para cultivar los
alimentos que se requieren, sin destruir los ecosistemas y las especies silvestres que allí viven o que dependen de sus flujos
tanto de materia como de energía: Los promotores de la Ecoagricultura afirman que esta escuela es la mejor forma de reducir el impacto de la modernización de la
agricultura en los ecosistemas, si bien busca intensificar la producción para aumentar los rendimientos por hectárea, también
busca conservar los bosques naturales y otros hábitats de vida silvestre. Argumentan que alimentar a una población mundial en crecimiento sin poner en peligro los recursos naturales, el medio ambiente
y su biodiversidad, requiere estrategias novedosas. Las estrategias tecnológicas puede ayudar a establecer una relación razonable
entre la producción de alimentos y los costos ambientales, estrategias que cuentan con el uso de sustancias de síntesis química y
organismos genéticamente modificados (De Groot y Gómez 2007; Plummer 2009). Con frecuencia se presenta confusión entre la definición de agricultura orgánica con ecoagricultura o agricultura ecológica.
La agricultura orgánica es un tipo de ecoagricultura que depende solo de los recursos naturales para cultivar alimentos. Las
prácticas orgánicas incluyen manejo de las plagas por medios culturales y biológicos, prohíbe el uso de productos químicos
sintéticos en la producción de cosechas, y de antibióticos u hormonas en la producción pecuaria. El principal beneficio de la
agricultura orgánica para la biodiversidad silvestre es sin duda, la menor descarga de agroquímicos contaminantes. Aunque
previamente la agricultura orgánica era considerada de “bajo rendimiento”, los avances en investigación y las prácticas agrícolas
han llevado a rendimientos mayores y sostenibles en algunos sistemas. Aunque la agricultura orgánica es una estrategia de
ecoagricultura, no es la única. En muchos casos, las fincas donde se usan agroquímicos pueden aun proteger ecosistemas por medio de un manejo cuidadoso
complementado con otras estrategias como una mayor diversidad de cultivos o el establecimiento de corredores biológicos. En suelos empobrecidos, como muchos que se encuentran en África, frecuentemente se necesita un fertilizante químico en
combinación con nutrientes orgánicos para formar materia orgánica en el suelo y conseguir una producción sostenible. El uso de
insecticidas no persistentes, estratégico pero limitado, es parte de muchos sistemas integrados para manejo de plagas. Es
importante mencionar, que los sistemas de producción de agricultura orgánica no cuestionan el monocultivo ni la naturaleza de las
plantaciones, y se basan en el uso intensivo de insumos externos, algunos importados y de alto costo (Sheer y Mcneel 2007). Para poder extender la ecoagricultura a escalas que sean verdaderamente significativas para la conservación, la producción de
alimentos y los modos de vida rural, se requieren mayores cambios en lo que el Programa Socios para la ecoagricultura ha llamado
“el ambiente habilitador” (enabling environment). Este grupo promueve políticas nacionales e internacionales, y mercados
necesarios para facilitar los enfoques de la ecoagricultura. Altieri (2000) sostiene que la ecoagricultura usa herramientas como las plantaciones a gran escala y cultivos transgénicos para
alcanzar el doble objetivo de provisión futura de alimentos y conservación de la biodiversidad, la agroecología es una disciplina
científica que busca direccionar los sistemas agrícolas desde una perspectiva ecológica y socioeconómica, la agroecología
proporciona a la comunidad científica, bases y metodologías para el diseño de agroecosistemas biodiversos que son capaces de
sostener su propia función y dinámica en términos de flujos de energía y materia. Según Altieri (2012) los defensores de la
ecoagricultura conciben los sistemas agrícolas centrados más en la diversidad biológica silvestre; mientras los agroecologistas
reconocen la diversidad agrobiológica no sólo como una fuente de los recursos genéticos, sino también como la fuente de
importantes servicios medioambientales y servicios ecosistémicos claves para el rendimiento de los agroecosistemas, como el
control biológico de plagas y el ciclo de nutrientes (Altieri 2012; Michailidou y Rokos 2011). Para algunos autores defensores de la agroecología, la "ecologización" de la revolución verde no será suficiente para reducir
el hambre y la pobreza, además de conservar la diversidad biológica. Las causas del hambre, la pobreza y la desigualdad deben ser
enfrentadas y solucionadas desde sus orígenes, a fin de permitir eliminar las tensiones entre desarrollo socialmente equitativo y
ecológicamente sostenible. Además, no se deben ignorar los problemas relativos a la distribución de tierras, los pueblos indígenas
y los derechos de los agricultores, así como los impactos de la globalización en la seguridad alimentaria, y de la biotecnología
en las tradiciones de la agricultura (Imai et al. 2009).Para entender la relación entre agroecología y ecoagricultura, así como
para conocer sus diferencias centrales, es necesario hacer referencia a la agroecología como ciencia, definida como un cuerpo de
conocimientos respecto a la realidad de los hechos y fenómenos que en ella acontecen, siendo ésta un quehacer no dogmático, que
somete todos sus supuestos a ensayo y crítica (Feenstra et al. 1998). La agroecología, se concibe de modo amplio estableciendo
relaciones entre diversos hechos e interconectándolos entre sí, a fin de lograr conexiones lógicas que permitan presentar
postulados o axiomas en los distintos niveles del conocimiento (León 2010). La base filosófica de la agroecología es holista, basada en un paradigma científico diferente, en donde los sistemas sociales,
culturales y productivos se funden en un solo cuerpo porque han coevolucionado y sus relaciones son interdependientes,
involucrando factores de productividad y sustentabilidad (Durham1978; Lorenz 1977; Norgaard 1983; Prager et al. 2002). Para su
desarrollo, la agroecología viene implementando un método de análisis complejo con cuatro enfoques principales a saber: 1. La
descripción analítica, 2. El análisis comparativo, 3. La comparación experimental y 4. Los sistemas agrícolas normativos que se
aplican al agroecosistema como unidad básica de estudio, los cuales están constituidos por una serie compleja de subsistemas
interactuantes (Altieri 1999). La agroecología ha definido además como objeto de estudio las interacciones en los agroecosistemas
bajo un método de investigación estructurado. Anderson, B., Armsworth, P., Eigenbrod, F., Thomas, C., Gillings, S., Heinemeyer, A. and Roy, D. 2009. Spatial
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Se consideran beneficios directos la producción (provisiones) de agua y alimentos, o la regulación de ciclos como las
inundaciones, degradación de los suelos, desecación y salinización, plagas y enfermedades. Los beneficios indirectos se relacionan
con el funcionamiento de procesos del ecosistema que generan los servicios directos (servicios de apoyo), como el proceso de
fotosíntesis y la formación y almacenamiento de materia orgánica, el ciclo de nutrientes, la creación y asimilación del suelo y la
neutralización de desechos tóxicos (Díaz et al. 2005; Chan et al. 2006). Los ecosistemas también ofrecen beneficios no materiales,
como los valores estéticos, espirituales y culturales, o las oportunidades de recreación (servicios culturales). Estos servicios,
se ofertan a nivel tanto de los ecosistemas no intervenidos como de los agroecosistemas, ya sean estos de pequeña, mediana o gran
escala (Altieri y Nicholls 1999; Altieri 2000).
Cuando se mantienen o recuperan estas interacciones en los procesos de producción, se regula la presencia de plagas, de vectores,
de especies invasoras y de polinizadores (Díaz et al. 2005; Balvanera et al. 2009). Se hace un uso más racional de productos de
síntesis química que reduce la carga contaminante de cuerpos de agua, suelos, trabajadores rurales y aumenta las posibilidades de
inocuidad de alimentos (Fonseca et al. 2010). Igualmente, el aumento de polinizadores generaría una mayor producción y disminución
de costos de producción en algunos cultivos como anonáceas.
•Estrategia 1. Reducir la destrucción de hábitat aumentando la productividad y sostenibilidad agrícola en áreas que ya se
encuentran bajo cultivo.
•Estrategia 2. Mejorar los hábitats de vida silvestre en las fincas y establecer corredores biológicos que unan espacios no
cultivados.
•Estrategia 3. Establecer áreas protegidas cerca de zonas de cultivo, potreros y zonas pesqueras.
•Estrategia 4. Imitar los hábitats naturales integrando plantas perennes productivas.
•Estrategia 5. Usar métodos de cultivo que reduzcan la contaminación.
•Estrategia 6. Modificar las prácticas de administración de recursos para mejorar la calidad de los hábitats dentro de y
alrededor de las áreas de cultivo.
Existen múltiples definiciones de agroecología, pero en general todas afirman que es la aplicación de procesos ecológicos en la
agricultura. Gliessman (2002) la ubica como una ciencia que aplica principios y conceptos ecológicos en el diseño y manejo de los
agroecosistemas sustentables; Otros autores como Altieri et al. (1999), Gliessman (2002) y Hecht (2005), le dan una connotación
ambiental y social, que permite hacer sustentables los procesos de producción. Igualmente se contempla que la agroecología se
aborda como ciencia, como práctica y como movimiento social.
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